Sociologante

Dra. Elsa Martínez Flores

La viralidad y el dilema del youtuber

Hacia finales de octubre, Luisito Comunica anunció en YouTube que no iría a la India porque las autoridades de ese lugar le negaron la visa, hecho que lamentó ante sus seguidores. Ya había visitado al menos dos veces, pero esta vez planeaba asistir para documentar el festival cultural extremo y polémico llamado Gorehabba.

A la par, otro creador llamado Tyler Oliveira sí pudo viajar. El consulado de la India en Estados Unidos no tuvo problema en otorgarle el documento, aunque su cobertura generó malestar entre habitantes de esa nación que vieron el video, consideraron que su tradición fue mostrada en forma inapropiada y sin comprensión del contexto.

El éxito de estos youtubers se mide por millones de seguidores, reproducciones y una viralidad global. Sin embargo, la atención masiva puede entrar en conflicto con la ética: la curiosidad de la audiencia no siempre coincide con el respeto a los protagonistas y sus prácticas culturales.

Luisito, en particular, ha mostrado distintos aspectos de los países que visita: comidas, bebidas, festivales y costumbres. Gracias a él, muchas personas han conocido otras tradiciones, aunque no todo ha sido miel sobre hojuelas, algunas comunidades lo acusan de exhibirlas o presentarlas desde una mirada sensacionalista.

El fenómeno puede explicarse a través de la economía de la atención, concepto desarrollado por Herbert A. Simon y Michael Goldhaber. En un mundo saturado de información, lo valioso ya no es el contenido, sino la atención que logra captar. En este modelo, captar miradas equivale a generar ingresos, aun cuando eso implique simplificar o distorsionar la realidad.

No se sabe con certeza qué motivó la negativa de visa al famoso youtuber, ya que ni él mismo lo conoce, pero el caso revela una tendencia: algunos gobiernos buscan equilibrar la apertura cultural con la protección de sus tradiciones. Permiten registrar costumbres, pero establecen límites para evitar su explotación o que se tergiversen ciertas conductas que para ellos son normales.

La viralidad puede distorsionar las prácticas, alterar la percepción pública y provocar tensiones sociales. Los creadores enfrentan un dilema constante: monetización y popularidad frente a respeto y profundidad. La línea entre documentar y explotar la cultura es cada vez más delgada. El reto está en narrar sin invadir, mostrar sin trivializar.

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