Guillermo Torres/ El Gritón digital. Opinión.
Para la mayoría de los diputados, “la política es la lucha por el poder y la manera de conservarlo”. ¿verdaderamente es posible la ética en política? -No creo que pueda existir algún día relación entre ambas disciplinas- cuando los valores se ausentan en el ejercicio público aparecen de inmediato conductas contrarias a la ética, basadas en antivalores, las cuales cobran importancia en la vida política y en la gestión pública. Dichas conductas se encuentran en expansión, lo mismo en el Congreso, en la PGJE, en el ITE o en los Ayuntamientos. Actitudes como el individualismo, la competencia, el nepotismo, así como la acumulación de bienes materiales llevados al extremo por alcaldes, diputados, entes fiscalizadores o reguladores de la justicia y la seguridad, contribuyen a la fragmentación y al desequilibrio del trabajo colectivo en las instituciones públicas debido a que los individuos impulsados por estos principios se encuentran en disposición -decididos- de llevar a cabo diversas acciones sin importar la legalidad ni las consecuencias de dicha acción con tal de conseguir sus propósitos.
La corrupción humana impide que las personas alcancen un nivel de consciencia que, por un lado les permita discernir sobre cada uno de sus actos, y por otro, le haga comprender qué actos son dignos de llevar a cabo y cuáles son censurables; existen desde diputad@s que sus iniciativas sólo reflejan su soberbia; otros en cambio, muy zalameros, llaman en público a periodistas “apóstoles de la verdad”.
La corrupción por dinero es considerada como la madre de todas las pasiones humanas, la causa de que el servidor realice verdaderas bestialidades (permitir la trata, el tráfico de drogas, los robos de vehículos, asaltos, etc.), esta obra teatral incluye en su reparto desde policías municipales, ministerios públicos, dueños de grúas y corralones, hasta jueces y magistrados. Los grandes pensadores tratan esta inclinación del servidor público a realizar bajezas: Confucio señalaba “Los hombres corruptos y malvados, cuando se encuentran solos y no son vistos, actúan de forma perversa y se entregan a sus apetencias; sin embargo, cuando se ven frente a un hombre virtuoso intentan presumir que se le parecen”. Para el griego Aristóteles: “…en cuanto a los actos que cometemos por corrupción, son todos voluntarios; pues el que actúa por ventaja y no experimenta desagrado por lo hecho, por esta clase de error se dan los hombres injustos y malos”. Para el filósofo Nietzsche: “La mayor pasión que posee la humanidad, es el amor al dinero y la corrupción”.
Cuando los individuos son incapaces de conocerse y dominarse a sí mismos, son presa fácil de la corrupción que, unida a deseos por aflorar, males de raíces muy profundas, genera pasiones que le impulsan a realizar actos indebidos, actuando en sentido contrario a la razón. Los motivos más comunes en el ámbito público sin desdén de jerarquías (en tesoreros, directores de obras y servicios, secretarios, voceros, policías), que dan pie a los actos de corrupción son: la codicia, la avaricia; el anhelo de poder y el vacío existencial.
La codicia es el deseo excesivo de apropiarse de algo (recursos, cuotas sindicales, plazas, comisiones en adquisiciónes lo mismo de vehículos, muebles, medicamentos o pirotecnia para fiestas patrias). Este vicio que no tiene límites, anhela poseer lo que otro tiene. El político nunca está satisfecho con lo que posee debido a que es codicioso por naturaleza. No importa cuánto posea, ni la cantidad o nivel de los bienes que tenga, siempre ambiciona más. Apenas consigue la posición que deseaba, cuando ya tiene un nuevo cargo que codiciar; como el histriónico alcalde capitalino.
La ambición del funcionario, sus bajas pasiones y la codicia son motivos que dan lugar a la mayor parte de los crímenes voluntarios registrados en la historia del conservadurismo. Basta la codicia de una persona, sea diputad@, alcalde o secretario en el gobierno, para que sirva de ejemplo (o justificación) y se extienda en cascada. Lao Tsé escribió: “no hay mayor error que consentir los deseos. “No hay mayor desgracia que ser insaciable.
No hay mayor vicio que ser codicioso; quien sabe contenerse siempre estará saciado”. Otro elemento clave: la ruta del dinero, se volvió forma de vida al ejercer la política; por lo que en consecuencia, cambian las actitudes y comportamiento de los servidores y diputad@s hacia un individualismo y un egoísmo exorbitante. Cuando se carece de formación ética, explotan las apetencias y se ama demasiado el dinero, por eso en el pasado los políticos acumularon enormes fortunas a costa del empobrecimiento de la mayoría. Afortunadamente, la corrupción YA ES un delito que debemos denunciar todos para que haya justicia en Tlaxcala.