Sociologante

Dra. Elsa Martínez Flores

Los reality show: la polémica relatada desde el algoritmo

En la era digital, los reality shows ya no solo entretienen: construyen un registro social filtrado por algoritmos, un concepto que retoma la idea de memoria colectiva desarrollada por Maurice Halbwachs. Lo que permanece en la memoria del público depende de lo que el algoritmo decidió resaltar, no de la realidad del programa.

Los fragmentos más virales, una mirada, una frase fuera de contexto o un gesto malinterpretado, se repiten hasta convertirse en verdades compartidas. Así, el recuerdo se programa: no por su autenticidad, sino por su capacidad de generar interacción.

Los reality shows en México siempre han funcionado como un espejo de la sociedad estrategias para sobrevivir en comunidad y conveniencias La empresa Endemol desarrolló el formato original al crear Big Brother, un experimento sociológico que observaba la convivencia de una comunidad en un espacio cerrado.

Actualmente, producciones como La Casa de los Famosos o La Granja VIP siguen ese esquema, pero en un entorno más complejo: una pantalla infinita gobernada por algoritmos que deciden quien merece atención. Atrás quedó la televisión lineal, donde la exposición era controlada y el público solo observaba.

Según Henry Jenkins, en la era de la “cultura participativa”, los públicos ya no solo consumen, sino que reinterpretan y amplifican las narrativas. Sin embargo, esta participación ya no es libre: está mediada por la lógica de las plataformas que han revolucionado la forma en que las personas se interrelacionan.

Los usuarios comentan, crean memes, editan clips o lanzan debates que modifican la percepción de los programas, convirtiéndose en coproductores de contenido y superan incluso, al show runner, quien antes construía las historias del proyecto, ahora es el algoritmo junto con la audiencia quienes priorizan la polémica.

Ahora ya no se trata de competir dentro del programa, sino también en el campo impredecible de lo digital. Sus acciones son monitoreadas, juzgadas y reconfiguradas por audiencias que buscan atención y validación, sus numerosos fans se convierten en su red de apoyo que alimentan el debate y la controversia.

Cada interacción es una chispa que puede incendiar las redes y redefinir la narrativa del show en cuestión de minutos. En este ecosistema, un reality se reedita en tiempo real. El algoritmo está diseñado para amplificar todo lo que derive en mayor interacción: el escándalo, el conflicto y lo negativo.

Lo que antes era entretenimiento estructurado, hoy es una hoguera digital. Aunque los productores intenten favorecer a ciertos participantes, el público lo detecta y dicta el rumbo del contenido. La televisión perdió centralidad: ahora las plataformas moldean el relato.

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