Demian MÁRQUEZ
Luego del reciente caso de violencia en el Colegio de Bachilleres del Estado de Tlaxcala (COBAT) plantel 10 de Apizaco, se reconoció la fragilidad del control institucional y la falta de prevención en los centros educativos del subsistema.
Tras el incidente, la dirección general determinó separar del cargo a la directora Oralia López Hernández y dar de baja definitiva a la alumna agresora, sin embargo, el hecho abre una discusión más profunda sobre las condiciones sociales que alimentan estos conflictos.
El titular del COBAT, José Alonso Trujillo Domínguez, admitió que “no existe control total en los planteles” y reconoció que los protocolos actuales solo permiten contener, mas no evitar, situaciones de riesgo.
Su declaración refleja la violencia dentro de las escuelas ya no es un hecho aislado, sino una consecuencia del deterioro social que se ha trasladado a las aulas.
Durante su intervención en los Diálogos Circulares, el funcionario explicó que el entorno de los jóvenes está marcado por la desintegración familiar, la falta de convivencia y el incremento de adicciones, problemáticas que se intensificaron tras la pandemia.
No obstante, su diagnóstico deja entrever que las estrategias institucionales han quedado rebasadas, pues los mecanismos de acompañamiento familiar y educativo parecen insuficientes ante la magnitud del problema.
Aunque la Fiscalía General de Justicia del Estado (FGJE), realiza las investigaciones para deslindar responsabilidades, el episodio pone en entredicho la capacidad de las autoridades para garantizar espacios seguros en el sistema educativo.
Los llamados a la reflexión no bastan si no se traducen en políticas concretas que fortalezcan la convivencia y la atención emocional de los estudiantes.
Por ahora, el alumno agredido se encuentra fuera de peligro y ha retomado sus clases, mientras el COBAT promete reforzar la seguridad y revisar sus protocolos.