Víctima del virus… y de la censura

BEIJING (Proceso).– Li Wenliang es el rostro que cualquier amontonamiento de cadáveres necesita para alcanzar la fibra. La muerte del oculista ha catalizado el duelo y la ira acumulados tras dos meses y al menos 600 muertes. Un comunicado del hospital de Wuhan certificó el jueves 6 su tránsito de héroe a mártir.

El joven de 34 años alertó a unos amigos sobre la epidemia en su fase más temprana, vía un mensaje que acabó viralizándose contra su voluntad. Fue acusado por la policía de “propagar rumores” y de “atentar contra el orden social”. Incluso, firmó una confesión, se puso a trabajar de nuevo, se contagió operando un glaucoma y pese a que padecía sus horas agonizantes defendió la libertad de expresión como instrumento contra las epidemias.

La muerte de este médico ha sumido al país en una pena irremediable. Nunca un tema había monopolizado las redes sociales como la muerte de Li. Dos hashtags se repiten sin pausa: “El gobierno de Wuhan le debe una disculpa al doctor Li” y “Queremos libertad de expresión”.

El gobierno chino ha aprendido las lecciones del SARS. Su calamitosa gestión en 2003 de aquella epidemia que dejó 800 muertos en el mundo la empujó a la ignominia global. Ahora, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la revista The Lancet y el gremio de científicos han aplaudido su resuelta y transparente reacción al coronavirus de Wuhan, como la secuenciación del patógeno en dos semanas, los datos diarios sobre la evolución de la epidemia, la construcción de dos hospitales en un par de semanas y la cuarentena sobre 50 millones de habitantes.

Sin embargo, a medida que se profundizaba en lo ocurrido en Wuhan durante los primeros días, se asentaba la idea de que el sistema político robusto que faculta la reacción briosa también permitió, con sus viejos vicios, que el virus se hiciera fuerte.

Los chinos recuerdan que su gobierno escondía la epidemia del SARS bajo la alfombra cuando ya se acumulaban los muertos. El compromiso de transparencia actual no ha sido tibio: el Tribunal Supremo Popular ha reprendido a los policías que amenazaron a Li y a otros siete médicos, también han sido castigados decenas de funcionarios y Beijing ha decretado una libertad inédita.