Con 11 muertes en la temporada de escalada 2019, el Everest sigue consolidando su reputación de ser no solo la montaña más alta, sino la más letal del planeta.
La cifra de víctimas ha ido en aumento a medida que escalar la cima del planeta se ha vuelto una moda y que cientos de personas poco capacitadas se lanzan a la aventura.
Otro factor ha sido la creación de nuevos senderos a través de zonas no exploradas, lo que incrementa los riesgos de aludes y caídas en recodos mucho más peligrosos.
Según un reporte del diario The Guardian, el cineasta Elia Saikaly arribó a Hillary Step, la etapa final antes de subir la gran cumbre, y cuando amaneció descubrió el cuerpo sin vida de otro escalador.
“No puedo creer lo que vi allí -escribió Saikaly en Instagram-. Muerte. Carnicería. Caos. Hileras. Hay cadáveres en el camino y en las tiendas de campaña en el campamento 4. Gente a la que traté de ayudar a regresar y que terminó muriendo”.
Este año, muchos han sido testigos de la cuarta temporada de escalada del Everest más letal que se haya registrado, en parte por culpa también del mal tiempo y del número récord de permisos expedidos por el gobierno nepalí. Entre los escaladores foráneos y los sherpas que han debido acompañarlos más de 820 personas han intentado llegar a la cima.
“Para quienes viven al nivel del mar, que no son montañistas y que nunca han estado a más de 8,000 metros de altura -precisó Saikaly para el diario londinense-, es difícil entender este escenario. Cuando estás en el Everest y estás en “La zona de la muerte” y apenas puedes pensar… se convierte en una situación muy complicada y te das cuenta de que tu destino podría ser el mismo. Empujado por una fila que te obliga a subir la montaña, no hay nada que puedas hacer. No tienes más remedio que seguir adelante”.
Esta situación ha disparado las alarmas y reiniciado el debate sobre si se hace necesaria una mejor regulación para los ascensos el Everest, especialmente en el lado nepalí, donde se otorgaron este año se otorgaron 381 permisos.
En la última década han surgido también docenas de compañías que ofrecen paquetes de escaladas a precios reducidos; a no pocas se les acusa de recortar o de reducir los requisitos sobre aptitud física y nivel de experiencia de los clientes con tal de vender sin ningún tipo de miramientos de seguridad.
El cementerio más alto
306 muertes registradas a lo largo de casi un siglo, de las cuales hay 250 cuerpos todavía sin rescatar, ha hecho que la zona se considere el cementerio más grande e imponente que existe al aire libre.
La mayoría de los fallecimientos se han registrado en “La zona de la muerte”, un territorio enclavado a 26.000 pies de altura que apenas contiene un tercio del oxígeno que necesitamos para vivir. Aquí son tantos los cadáveres abandonados e imposibles de reconducir a zonas pobladas, que no pocos escaladores ya emplean el sitio donde yacen como puntos de referencia.
Así ocurrió con “Botas verdes” (Green Boots), el lugar donde reposaba el cuerpo de un escalador que llevaba unas botas de senderismo de un tono verde llamativo de camino a la ruta de North Col. Muchos creen que se trata del Tsewang Paljor, miembro de una expedición que se extravió en 1996 y de la cual solo una persona se salvó. Su cuerpo sirve ahora de referencia a los montañistas sobre el lugar en que se hallan
Lo curioso en que en mayo de 2006 otro montañista llegó junto a “Green Boots”, se acurrucó a su lado, protegido por la cueva, y allí se quedó dormido para siempre. Se llamaba David Sharp y gustaba ascender en solitario, sin radio, sin oxígeno y sin la figura reconfortante de un sherpa. Cerca de 40 escaladores supuestamente pasaron a su lado; casi todos dicen que intentaron rescatarlo, pero algunas versiones aseguran que fue abandonado a su suerte.
Otra de las historias más contadas en la región es la de Francys Arsentiev y su esposo Sergei, quienes intentaron conquistar el Everest en 1998. Ella ambicionaba convertirse en la primera estadounidense en llegar a la cima sin ayuda del oxígeno suplementario. Ambos murieron congelados en dos puntos diferentes, aunque el cadáver de ella sí fue encontrado. Desde entonces la llaman La Bella Durmiente.
Quizás los muertos más famosos fueron los exploradores George Mallory y Andrew Irvine, que participaron en las tres primeras expediciones británicas al Everest. Ambos murieron en 1924; el cuerpo de Mallory fue hallado 75 años después, en 1999.
¿Qué ocurre cuando un montañista muere?
Una ley no escrita dicta que nadie debe ser abandonado y que cualquier pretensión de éxito en la escalada debe terminar si se tiene que auxiliar a un compañero, sea conocido o no. Pero no siempre es así, sobre todo en estos tiempos de tanta codicia e individualismo, según comentan los propios protagonistas cada año.
En caso de hallar a un montañista ya muerto, se debe tomar la difícil decisión sobre intentar conducir el cadáver al campamento base. Actualmente un rescate dorganizado de un cuerpo fluctúa entre los 25 mil y los 70 mil dólares, y no siempre es cuestión de dinero. En 1984 dos escaladores nepaleses murieron tratando de recuperar a un cadáver del Everest en una escena que se ha repetido varias veces.
Las operaciones de ese tipo suelen ser blanco de fuertes críticas debido a los riesgos que conllevan.
Conscientes de esto, algunos escaladores curtidos prefieren firmar un documento en el que autorizan a sus familiares y colegas a abandonar sus cuerpos en caso de muerte y que estos reposen para siempre, congelados, con todas sus pertenencias, en algún punto de esa gran cordillera tan seductora como peligrosa que en menos de un siglo acumula más de 300 fallecimientos.